Ángela Merkel terminó una
agotadora jornada laboral en la Cancillería, y se marchó a su casa, allí se
sentía a gusto con su maridito que la esperaba sentado en el braserete. Cuando
llegó se quitó los zapatos de tacón y su marido le preguntó: “Angelíca ¿Qué te
preparo para cenar?”
Ella sin pensar le dijo: “Unos
chipriotas”
Dicho y hecho, su marido le puso
un plato pequeño de chipriotas. Ella se los comió de un bocado, le supieron a poco,
ya que no quedaban muchos chipriotas en la nevera.
Ella dijo: “Me saben a poco y ya
sabes que yo soy de comer bien y lo primero es saciar mi apetito”
Él con el mandil todavía puesto, le dijo: “No te
preocupes Angelíca, tengo ahí tortilla española, espaguetis italianos y de
postre yogurt griego”
Ella lo devoró todo, como al
acabar le quedaron morreras, se limpió
con una toalla portuguesa.
Os preguntareis que hizo después.
Pues os lo cuento, fue al wáter, cagó y se limpió con la bandera europea.
Más tarde se fue a la cama y
durmió a pierna suelta.